viernes, 1 de mayo de 2020

ESPACIO INDEPENDIENTE: La independencia política y sindical




“La emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos”


El “Estado de Alarma” establecido pone los derechos y libertades conquistadas a los pies del autoritarismo y del centralismo, que goza de todas las prerrogativas del poder. Durante el mes de abril, de esta manera tan artera, se silenció la demanda política de investigación desde las Cortes de los grandes negocios poco claros de la Casa Real, impidiendo así mismo las movilizaciones republicanas convocadas para el 14 de abril (aniversario de la Segunda República). Así nos volvieron a robar -políticamente hablando- el mes de abril. 

El “Estado de Alarma” se ha prolongado en medio de la confusión, con la suspensión de derechos y libertades, en el momento en el que la gobernabilidad volvía a una situación de desequilibrio, en la medida en que el gobierno desprecia los apoyos con los que se pudo investir, y con los que tiene acuerdos incumplidos de negociación política; mientras busca apoyos en los partidos que se opusieron y se oponen a su mera existencia. 

Las prohibiciones de que las manifestaciones obreras del 1º de Mayo se puedan llevar a cabo -aun respetando las condiciones de “separación social”, o con la modalidad de caravanas de automóviles con la solo un conductor en su interior-, vienen acompañadas además de la suspensión del derecho a la libertad de movimientos y de la vigilancia policial de las redes sociales con fórmulas prohibidas en la misma legislación. Mientras, la Policía, la Guardia Civil y el Ejército hablaban en nombre de la democracia y de los técnicos y especialistas de la pandemia, hasta la declaración de un general de la Guardia Civil de que actuaban para proteger al gobierno de las críticas que recibía por la gestión política del coronavirus. Ocupaban espacios de comunicación oficial en los que debían haber dado la palabra a los sanitarios, a los transportistas, a los responsables sindicales y vecinales, a los familiares de las víctimas de falta de medios sanitarios por los recortes y privatizaciones. 

Abordar la crisis del coronavirus, desde la independencia política y sindical, es una enseñanza imprescindible que proviene de la historia misma del movimiento obrero organizado. Cuando los dirigentes sindicales y políticos españoles se opusieron en 1902 al “Proyecto de ley de huelgas”, que venía a limitar y condicionar el derecho de huelga de los trabajadores y sus organizaciones, Pablo Iglesias Pose, se expresó en los siguientes términos: “No queremos luchas crueles y sangrientas, porque en ellas sufrimos todos. Si hubiera medio de modificar el proyecto de Ley de Huelgas, lo propondríamos; pero ese proyecto no tiene corrección posible. Esperamos tranquilos la corrección de este asunto; pero advirtiendo que dicho proyecto nace muerto. Nuestra organización quiere vivir hoy legalmente, mas si a nuestro desarrollo se opusiera un valladar, tendríamos que saltarlo”. 

Y en consecuencia  con dicha afirmación, que se basa en la independencia de clase: Si el Real Decreto que establece el “Estado de Alarma” tiene por objeto luchar contra una supuesta emergencia sanitaria, que se ha constituido en una crisis sanitaria y de salud pública, afectando en primer término a las residencias de tercera edad sobreexplotadas, sin medicalización, para favorecer los negocios de los fondos buitre y de los Florentinos Pérez de turno, ¿por qué motivo social no se han intervenido los hospitales y residencias privadas?; ¿por qué se utiliza el “Real Decreto”, sin embargo, para limitar y conculcar derechos y libertades? 

Millones de personas esperan verdaderas soluciones para poder trabajar y comer dignamente, y no quieren depender de los negocios de la Iglesia con la caridad de Cáritas, además financiada por el Estado. Y ello está directamente relacionado con la independencia o no de sus organizaciones (sindicatos y partidos) para defender los intereses sociales mayoritarios. Hemos de recordar de dónde viene la decisión de confinar a una parte de la población, la menos productiva, en medio de una epidemia que no se controla con los medios médicos necesarios: ésta es una idea original de la administración norteamericana, de Bush hijo. Medida restrictiva de derechos y libertades que forma parte de la “Ley Patriota”, establecida partir de los acontecimientos terroríficos del 11 de septiembre, que impusieron la guerra contra Irak y Afganistán.

Millones de trabajadores han perdido sus empleos recientemente, y los derechos sindicales y laborales está siendo reprimidos, las pensiones vuelven a estar amenazadas por los planes de austeridad que se prepararan para pagar los gastos de la crisis sanitaria y del parón económico, la barra libre de financiación que ha ido a parar a las grandes empresas y bancos para proteger el sistema de propiedad privada finaciarizado, emitiendo moneda de la nada, que más temprano que tarde provocará una nueva escalada de guerras monetarias. 

Los Estados utilizan el coronavirus para encubrir un nuevo ajuste de cuentas contra los salarios y pensiones, contra los derechos y conquistas de los trabajadores y de sus organizaciones en beneficio de los capitalistas. La interrupción de la cadena de suministros y la especulación comercial están provocando el alza del precio de los alimentos; otros comienzan a faltar en el mercado. Por ello, tratan la pandemia como si de una guerra se tratase para encubrir medidas contrarias a los intereses y aspiraciones sociales. Todas las medidas que se están tomando por los poderes políticos tienden a destruir riqueza social, y en particular fuerzas productivas, por la incompatibilidad entre la riqueza social constituida y los intereses privados del capital de una minoría.

El PSOE, que conforma el gobierno de progreso con Unidas Podemos, es el partido de la renuncia al marxismo y a la República que se cristalizó con las políticas reaccionarias de Felipe González. Su programa no está basado en la independencia política y sindical de los trabajadores organizados, sino en la colaboración con la burguesía y el imperialismo. El “felipismo”, que como política pro capitalista y monárquica se mantiene en sus filas, es el politiqueo que deviene de la adaptación a España del programa de Bad Godesberg de 1959; por el que la socialdemocracia alemana -y detrás de ella todas las demás expresiones de la Segunda Internacional- renunciaron al marxismo, es decir, al socialismo obrero y a la independencia de clase política y económica, pasando a ser el altavoz de los planes y políticas de los Estados nacionales, sustentados en la “economía de mercado” y en la propiedad privada, y sometidos al dictado las instituciones de los EEUU, a su nuevo orden internacional. Orden hoy en quiebra en todos sus fundamentos, y que se constituye en el mayor desorden político y económico nunca conocido. 

El Primero de Mayo ha sido tradicionalmente la fiesta reivindicativa de los trabajadores del mundo entero, y por tanto la expresión de su independencia sindical y política frente a todos los gobiernos e instituciones ajenas a sus intereses; intereses materiales y morales expresados en los programas reivindicativos de las organizaciones de clase.

En defensa de esa tradición de siglo y medio de lucha de clases, afirmamos, frente a la crisis y a las políticas de colaboración de clases, lo que se haría tangible con la constitución de la Asociación Internacional de Trabajadores:
¡La emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos!

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