Venía el “Papa” de
visitar Chipre y la isla de Lesbos. Allí se hacinan decenas de miles de
refugiados de la guerra de Siria, de Afganistán, de Libia... La Europa de los
muros y las alambradas, de los campos de refugiados, convertidos en campos de
concentración, se han multiplicado con las guerras de los señores que organizan
el saqueo en Oriente Medio y África. El Mediterráneo se ha convertido en la
mayor fosa común del mundo, extremo éste que el Papa jesuita no podía dejar
pasar en su visita, señalando: ¡No dejemos que Mare Nostrum se convierta en
un desolador mare mortuum! Millones de migrantes y refugiados corren la
misma suerte en Turquía, Grecia, Italia, España…, frente a las puertas cerradas
de la Europa de los capitales.
Conocemos una campaña de exaltación personal
de la ministra de Trabajo de Sánchez, Yolanda Díaz. El dedo de Pablo Iglesias
ya la señaló. Los medios insisten en que la ministra hace milagros con los
pactos sociales, por ello encabezará un movimiento electoral de la izquierda, un
“frente amplio”, que supere a Unidas Podemos (a la izquierda del PSOE). Díaz,
se ha encargado de matizar su naturaleza: “Yo no quiero estar a la izquierda
del PSOE, le regalo al PSOE esa esquinita, eso es algo muy pequeño y muy
marginal. Yo creo que las políticas que despliego son transversales”.
Políticas transversales, es decir, las que
benefician a todas las clases, y no solo a los explotados y oprimidos. Esa
“esquinita” que Yolanda no quiere ocupar, que abarca el 90% de la población.
El encuentro de
Yolanda Díaz y el Papa, promovido por el gobierno progresista, quizá tenga que
ver con esas políticas trasversales; políticas que cruzan la mayoría de los
asuntos y, en particular, el Pacto Social como asunto religioso (el carácter
religioso del Pacto Social que decía Hobbes). La Segunda República,
único modelo democrático y constituyente de nuestra historia, encontró el
equilibrio de la separación de Iglesia y Estado, con la disolución sólo de la
orden de los jesuitas y la prohibición de la enseñanza a las congregaciones
religiosas. La dictadura, y ahora la Monarquía
reparte privilegios a la Iglesia Vaticana con los Concordatos, de forma
que la financian, la ayudan a que se quede con numerosos bienes públicos y,
además, la exoneran de impuestos. Se hace de la Iglesia y de sus numerosas
posesiones un verdadero paraíso fiscal y especulativo dentro de la sociedad. Misas
franquistas se siguen celebrando -a los 43 años de la muerte de Franco- con la
complicidad de la curia vaticana.
A la Iglesia los
distintos gobiernos no solo no le han exigido responsabilidad alguna por sus
actuaciones en la guerra y la dictadura, sino que se la ha colmado de
parabienes. Con situaciones tan grotescas -históricamente hablando- como que el
Valle de los Caídos sigue en pie y regentado por una orden religiosa cuyos
gastos paga el Estado; que la enseñanza -como en la Edad Media- está colonizada
por la Iglesia y sus órdenes religiosas, sin que la Escuela Pública se haya
podido liberar de la religión en sus aulas; y que los obispos pueden
inmatricular bienes públicos con la más absoluta complicidad del Estado. ¿Alguien
da más?
¿El liderazgo que
reclama la señora Díaz puede tener que ver también con ese tipo de relación
entre la Iglesia Vaticana y el Estado Español? Si es así, el transversalismo
que pregona a los cuatro vientos tiene una denominación más clara, y supone el
mantenimiento de los privilegios del nacional-catolicismo establecidos.
Alguna de las tantas
y tantas secretarias del PP de Madrid, ha venido a calificar el encuentro en el
Vaticano del Papa y la ministra de “cumbre comunista”, chirigota de un PP
cruzado por la corrupción de arriba abajo, que trata de ocultar el verdadero contenido
político. La reunión en Roma entre la vicepresidenta Yolanda Díaz y el Papa, ha
servido -según los comunicados oficiales de prensa del gobierno español- “para
hablar de los retos comunes de la humanidad”, como la crisis sanitaria y social
del COVID19, la importancia del trabajo decente, la precariedad y desigualdad
social creciente, la crisis climática o las amenazas contra la democracia y los
derechos humanos. Todo un programa en sus enunciados. ¿Acaso no sabe la
vicepresidenta que el Vaticano fue de los pocos Estados en el mundo que en 1948
votó ya contra la declaración de los Derechos Humanos?
La visita a Roma vino
a coincidir en el tiempo con el nombramiento como embajadora ante el Vaticano de
la exministra de Educación, Celaá (que mantuvo la religión en la escuela y que,
además, es “católica practicante”). ¿Qué más desea el Vaticano? No hacen falta
más explicaciones, nos enteramos de que los retos políticos y sociales del
Vaticano coinciden con los del gobierno Sánchez. ¡Acabáramos!
Todo hace pensar que
las próximas elecciones serán las de Andalucía. Y ante esta cita electoral, el
“yolandismo” no lo tiene nada claro. Mientras en Córdoba los portavoces de
Podemos y de IU hablan ya de la creación de un “frente amplio” y “transversal”,
desde la dirección de Podemos en Madrid la empujan a cerrar pronto sus alianzas
con otros partidos. Coaliciones, que se reclaman de la izquierda, como
“Adelante Andalucía”, “Más Andalucía” y otras más conocidas, totalizarían cinco
listas electorales, sin conocerse aún los programas que defenderían ante el
retroceso económico y social. Un acuerdo de unidad entre las candidaturas de
izquierdas en Andalucía sería un buen acuerdo electoral si se sustenta sobre
bases políticas, sociales y democráticas. El “yolandismo” quiere ir más allá, “más
allá de la esquinita” ..., y promueve un acuerdo transversal, como ella dice,
que debería contar, entonces, con alguna de las fuerzas que ahora componen el
“trifachito” andaluz. Algo así como lo que proponía Sánchez al principio de su
mandato, que no era otra cosa que un acuerdo de gobierno con Ciudadanos, y que
fracasó estrepitosamente, cuando sus mismas bases le gritaron aquello de “¡Con
Rivera, no! ¡Con Rivera, no!”.
El adelanto de las
elecciones en Andalucía, y posiblemente también en Castilla y León, constituye
una argucia del PP, que se establece sobre el terreno de los fracasos del
gobierno, tal y como ya sucedió con la victoria de PP y Vox en la Comunidad de
Madrid. Una gran burbuja especulativa, la de la política económica del Gobierno
y su Deuda, infla una inmensa burbuja política transversal, que no es otra que
la promoción oficial desde la Moncloa de la ministra de Trabajo, vicepresidenta
del Gobierno, y de sus planes de Pacto Social permanente contra las reivindicaciones
de los trabajadores y sus organizaciones: lo sucedido en la huelga general de
los trabajadores del metal de Cádiz.
El caso andaluz no es
el único que merece reflexión. En cada territorio hay que trabajar por la más
amplia unidad de los partidos que aspiran al gobierno de la mayoría social, en
representación de los trabajadores y los pueblos. La Constitución de la Segunda
República quedó marcada por esa aspiración que nunca llegó a materializarse: “una
República democrática de trabajadores de toda clase, que se organiza en régimen
de libertad y de justicia”. Esa
sigue siendo, en esencia, la bandera de todas las reivindicaciones y concentra
la aspiración de cambio político y social de la mayoría en todos los
territorios. ¡República o repúblicas para todos!