domingo, 18 de septiembre de 2022

De las injusticias siempre nacen reacciones sociales.

 

Las medidas del gobierno del PSOE en Extremadura pretenden llevar a cabo un sostenido proceso de atracción y relocalización de las industrias. Las políticas que la Junta de Extremadura está aprobando en materia económica y administrativa tienen como eje fundamental aprovechar las facilidades materiales que nuestro territorio puede brindar al capital: mano de obra muy barata, exenciones fiscales, tolerancia en el despiadado ataque al medio ambiente, condiciones laborales leoninas de hiper explotación, acomodo y ausencia de sindicatos.

En todo este proceso el gobierno regional recibe el aval de un estado empobrecido como el español con una deuda que supera el 120 % del PIB, dependiente de las entidades financieras internacionales como el BCE, y sumiso al imperialismo americano. A su vez, el gobiernillo regional se apoya en unas oligarquías locales que chupan de la teta institucional a base de pequeñas ayudas y subvenciones, pues no hay mucho que repartir.

La clase trabajadora, desde un obrero agrícola o un camarero u otro personal de servicio hasta un profesional con título de ciclo formativo o licenciatura con especialización en master postgrado, todos y todas están incluidos en el mismo círculo de la precariedad: contratos injustos, falta de prestaciones sociales, siniestralidad laboral creciente, facilidad para el despido. En definitiva, con una probabilidad de la desocupación que asusta cada día más.

Todo este conjunto de cosas favorece la desmovilización. A ello puede sumarse una tendencia ya en curso años atrás, que se ha potenciado y extendido de forma desmesurada durante la pandemia de Covid-19, consistente en el trabajo remoto, de trabajadores super especializados en situación de teletrabajo.

Los valores dominantes que son los de la clase capitalista, que a veces se nos presentan disfrazados de “progresistas”, terminan alienando y adormeciendo a la gente, propagando el individualismo radical y despolitizado, impulsando e invitando a un consumo sin fin como mecanismo para conseguir felicidad y un bienestar personal que no tiene nada que ver con un bienestar comunitario y solidario.

Los medios de comunicación han conseguido manejar y aletargar a la gente para que su mente se centre en cuestiones superficiales y se despreocupe de las injusticias que afectan y empobrecen a la mayoría de la sociedad y a ellos mismos, antes que organizarse para desarrollar luchas que hagan frente a sus penurias y necesidades humanas.

El modelo de desarrollo capitalista está produciendo un desastre ecológico que se manifiesta en cuestiones dramáticas que repercuten especialmente en las clases sociales trabajadoras, sequías con las repercusiones en la falta de agua potable, en las producciones agrícolas, pandemias y un conjunto de consecuencias que afectan sobre todo a las poblaciones de los países más pobres como desastres naturales, inmigraciones, hambrunas.

Como estamos viendo en la actualidad la sociedad capitalista y sus dirigentes son incapaces de resolver estos problemas sociales sino es a base de guerras y de potenciar las industrias de armas para las matanzas humanas, lo que está claro es que del capitalismo poco puede esperarse, el bienestar está programado solo para sectores minoritarios de la población a costa de los sacrificios de la mayoría social.



A lo largo de la historia, desde el nacimiento del capitalismo en el siglo XV y XVI, este modo de producción, salvo excepciones de todos conocidas, ha resistido casi todos los embates de las luchas y los intentos de cambio a los que ha sido sometidos independientemente del marco definido por las formas de los estados burgueses en los que se han producido.

La forma más habitual de estado basado en el parlamentarismo burgués no ha conseguido nunca aunque parezca extraño mejoras que beneficien a los pueblos; en todos los casos, los avances sociales se han producido como resultado de las movilizaciones populares que en muchas ocasiones han encontrado la respuesta de la fuerza de la represión estatal y leyes coactivas para impedir las luchas de los oprimidos y explotados. Las fuerzas represivas y el enorme apoyo de los medios culturales, educativos y de comunicación engañando y domesticando a las poblaciones han podido mantener los valores y la hegemonía del capitalismo. La clase de los capitalistas busca y trabaja en las estrategias más adecuada para no perder su poder político, ideológico y económico.

En la actualidad, nos encontramos en nuestros pueblos con una fuerza productiva que genera plusvalía, y con una masa importante de personas que están fuera del circuito del mercado de trabajo, que crece cada día, sobreviviendo con ayudas sociales de subsistencia o a veces con la solidaridad de otras personas. Por eso, debemos tener claro que mientras haya injusticias hay reacción, por tanto, la orientación del trabajo militante debe estar en lo expresado hace años por Lenin de que la revolución no se hace, se organiza.

 

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