LA CONJURA DE LOS NECIOS.
Hoy nos
desayunamos con las manifestaciones triunfalistas del presidente Monago por
haber conseguido el récord de disminución del déficit público.
Somos, los
extremeños, campeones en la consecución del cauterizador objetivo del Estado
del Bienestar, capitaneados por un presidente que está encantado de conocerse,
y cuyo ego aumenta exponencialmente a medida que se palpa y se siente. Baste
como argumento a esta tesis su cadencioso lenguaje, manera y gestos que lo
acompañan, para entrever lo cadente del personaje. Y va a más. No tiene freno.
Hemos conquistado
lo que parecía imposible: Disminuir el saldo negativo de nuestras cuentas
públicas más de lo "razonablemente" exigido por el gobierno de España
que, a su vez, asimila maniatado y muy obediente en sus deberes europeos de un
solo carril.
Desde luego,
no puedo dejar de asociar la reacción de los líderes populares ante tan tamaña
noticia con la obra de John Kennedy Toole, delirante libro cuyo título en
castellano refleja bien el ejercicio y la composición del gobierno extremeño:
La conjura de los necios.
Sucede
que la obra -protagonizada por el despreocupado y extravagante Ignatius J. Reylly,
que tiene un tanto de Sancho pero exento de su sagacidad y agudeza, se nos
presenta como un botarate genuinamente americano, un tanto entrañable y
simpaticón- no tiene más discurrir que el caos organizado, el sinsentido
razonado, el equívoco zafio de la afectación tan alejada de la elaborada por
Wilde. La novela es genial y fantástica con mucho.
Sin embargo,
la tragedia es la de su autor en la vida real. Acabó suicidándose como
consecuencia de la estupidez que le rodeaba, que debió de ser mucha y en
extremo de calidad, por lo acontecido.
No digo yo que
el pueblo extremeño encadene su destino a un suicidio colectivo porque para
ello hay remedio: abrir la puerta de modo que la cierren por fuera los
responsables del gobierno extremeño. Estos sí son reales y no,
desafortunadamente, personajes de una novela por extraordinaria que fuera.
No repetiré yo
aquí las consecuencias de la meta del déficit público con detalle, puesto que
ya son de sobra conocidas en materia de la escasez, abandono y desaparición de
recursos en educación en todos sus niveles, en sanidad, en dependencia, en
infraestructuras. Y lo que es aún peor, la destrucción de empleo, la
aniquilación de pequeñas y medianas empresas, el abandono de los autónomos a
suerte; en definitiva, la falta total de rumbo. ¡Qué expresar ante el drama de
tantas familias que carecen de toda ayuda pública mientras todos sus miembros
permanecen en el paro!
Nuestro
presidente actúa como si le hubiera tocado la lotería, está encantadísimo. Tan
feliz está que anuncia una bajada de impuestos pero que no detalla en este
preciso instante porque la tiene -dice- en estudio. La verdad es que no puede
ser más que una ocurrencia en plena euforia.
No hay ni
orden ni concierto, esto es un páramo -oiga- que se lo digo yo, sin ganas de
liarla, pero que empuje no falta. La brújula en el baúl y han perdido la llave.
Los
infortunios vienen siempre de la mano, nunca aparecen solos. Por lo menos de
dos en dos: Como si no tuviéramos bastante con la actitud -mejor, ineptitud-
del jefe del gobierno autonómico, rivaliza con ella su consejero de Economía.
Dice el responsable de las cuentas de la región que estemos tranquilos, vamos,
que no lancemos las campanas al vuelo, que el resultado de reducción del
déficit extremeño no ha de traducirse forzosamente en una subida de la
calificación de nuestro potencial económico por parte de las agencias
calificadoras, incluso añade que puede ser que dicha calificación sea "un
poquito más baja". Y lo dice así, como bajando la voz del “pick up” del
guateque con la Miranda de limón amargo en la mano. ¡Dios!, ¡Por menos corrían a algunos a
gorrazos, o lanzados derechitos al pilón! Aquí nadie paga peaje. ¡Vaya
tenderete! ¡Y todo a saldo! ¡Y todos los afectados por la crisis tan
ilusionados que estábamos por haber cumplido con el déficit! ¡Qué poco dura la
alegría en la casa del pobre, tan preocupado por el cumplimiento de la
reducción del maldito y volátil déficit! ¡Manda cojo...!
Andrés Moriano
Saavedra.
Villafranca
de los Barros, a 13 de febrero
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