domingo, 1 de agosto de 2021

CONTRA LA EXPLOTACIÓN LABORAL. EN LA CONSTRUCCIÓN DE UN INSTRUMENTO DE LUCHA

 

Un colectivo de personas trabajamos en la construcción del SINDICATO 25 DE MARZO. No tenemos ninguna duda de que con esfuerzo y sacrificio lograremos que se vaya organizando este movimiento de clase y extendiendo poco a poco a las diferentes zonas de la comunidad extremeña. Estamos convencidos de la prioridad que tiene para la clase obrera disponer de una herramienta de lucha, de un instrumento poderoso contra la explotación capitalista.

En este orden de cosas, el jueves por la tarde, 29 de julio, realizamos una asamblea con trabajadores y trabajadoras de las centrales hortofrutícolas en la localidad de GUADIANA. Con esta asamblea queríamos expresar nuestra solidaridad con la trabajadora que había sido despedida de la central hortofrutícola TORREALTA por negarse a las durísimas condiciones laborales que le imponía la dirección de la empresa  que también se reproducen en otras centrales y centros de trabajo propiedad de estas grandes industrias; además, nos hacíamos eco de la no existencia de un convenio colectivo del campo que las organizaciones patronales agrarias encabezadas por AFRUEX se niegan a negociar.

Las diferentes intervenciones que se dieron en la asamblea acentuaban el sustrato que conforma muchos aspectos de las relaciones sociales que se dan en las localidades extremeñas. Las relaciones clientelares se describieron y denunciaron con enorme valentía por la trabajadora despedida, algunas de sus compañeras y un campesino ya jubilado que contó el daño sufrido en sus relaciones comerciales con la central hortofrutícola mencionada.

Así, latía en el ambiente las denuncias a las muestras de caciquismo que aún perduran en nuestra tierra; peculiaridades que se mantienen en el tiempo como brasas que aún chisporrotean entre las cenizas residuales del feudalismo. Los poderes fácticos que subyacen a este entramado social heredado de siglos precedentes poseen múltiples aristas que se ramifican y se materializan en las instituciones, en las fuerzas del orden, en los centros de trabajo y en numerosos aspectos que condicionan la vida local.

Lo que revelaba Joaquín Costa allá por finales del siglo XIX acerca del contenido humano de quienes integran estas estructuras caciquiles sigue estando muy vigente en la actualidad. Los valores que alimentan al típico oligarca reaparecen una y otra vez, con unos rasgos particulares de acuerdo a la época pero que mantienen la esencia de la tiranía reapareciendo en grupos de gente muy heterogéneas, desde profesionales que están ligados a la política, industriales, terratenientes, hasta casos muy conocidos de abogados.

Por norma general, esta gente se ha enriquecido en un pequeño espacio de tiempo, han acumulado un considerable patrimonio y un capital que no ha caído del cielo, ni por su buena voluntad, ni por su inteligencia natural o comercial, sino gracias al esfuerzo, sudor y sangre de la clase obrera.

El camino vital de estos señores, en lo que se refiere a lo laboral y gremial, se suele iniciar con el desempeño de labores administrativas y luego, tareas jurídicas; gracias a sus continuos vasallajes y chaqueteos aduladores llegan a ser expertos en el oficio de lustrador de quienes ocupan las posiciones de poder político y económico institucional.

Las relaciones clientelares que establecen con grandes dosis de paciencia y docilidad les atribuye determinación, confianza y apoyo material para introducirse en la actividad empresarial.

La carrera hacia el dinero y la riqueza se planifica siempre con la idea de extraer la máxima plusvalía de la fuerza de trabajo; de este modo, comienzan aprovechando el excesivo desempleo que sufre la clase trabajadora agrícola, imponiendo durísimas condiciones laborales que recuerdan tiempos pretéritos en el que con el ordeno y mando se rebasaban los límites propios del esclavismo.

La acumulación de capital les dota del monopolio suficiente en el mercado de trabajo local para seguir abusando y enriqueciéndose. También, es de conocimiento popular que el uso de la desigual formación y capacidad jurídica, y con el apoyo tácito de las instituciones regionales, encarrilan y empujan a la ruina a los pequeños campesinos a los que posteriormente compran sus tierras.

Algunos de estos propietarios se ponen muy nerviosos cuando observan que los trabajadores y trabajadoras se organizan para oponerse a las leoninas condiciones laborales que les quieren imponer.  Es lo que está ocurriendo con el sindicato 25 de MARZO. Lo que les da miedo no es que tengan que incrementar en algunos euros el pago de salarios, al fin y al cabo, eso es pecata minuta para el dinero que piensan ganar, lo que les molesta, lo que más temen, lo más terrible para ellos y lo que les preocupa es la organización de la clase obrera, el SINDICATO 25 DE MARZO.

Esta gente no entiende que la explotación y los abusos laborales tienen que finalizar, no pueden ser la moneda corriente que mueva el mecanismo de su acumulación de capital. El pánico nace cuando el conflicto sale a la superficie y las sanguijuelas que viven chupando la sangre presienten que pueden ver arruinada su codicia.

La tarea de construcción del sindicato 25 DE MARZO  es una urgencia fundamentalmente por dos razones, como organización de lucha capaz de organizar las movilizaciones de resistencia ante la opresión que muchos caciques imponen como ofensivas por la negociación de un convenio colectivo y unas condiciones laborales que recoja los intereses de las clases trabajadoras en el campo.

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