En estas movilizaciones volvemos a observar a los sectores políticos
y sociales más conservadores y reaccionarios intentan aprovechar estas situaciones
para hacerse con el control ideológico del movimiento de lucha
agrícola. Desde la derecha mediática se lanzan bulos que tienen un fácil anclaje
ideológico en momentos de tensión social. Así, no es de extrañar que algunos
aspectos de las políticas medioambientales rechazadas por el campo sirvan para
establecer la negatividad del conjunto de aquellas y se condene sin tapujos al
ecologismo, del mismo modo, se condena la penetración de productos agrarios y
ganaderos procedentes de Marruecos y de terceros países para alzar el nacional
chovinismo español hasta límites racistas o xenófobos sin tener en cuenta que aquellas
producciones son de grandes empresas españolas que operan en esos países o mentir acerca de la
destrucción de presas para eliminar barreras en los ríos y agravar la sequía
que dicen está haciendo el gobierno; en definitiva, cuestiones que no pueden parecer
fantasmagóricas pero que tienen una incidencia real en la transmisión de
mensajes políticos.
A este interés de la
derecha en dirigir los movimientos de rebeldía agraria se une el abandono y la
renuncia de sectores obreros y populares y de algunos partidos llamados de
izquierda que consideran que no tienen nada que hacer, que ni les va ni les
vienen las reclamaciones de este sector. Al contrario, recuerdan las
dificultades que ponen algunos propietarios agrícolas para pagar los salarios y
cumplir las condiciones laborales de los convenios colectivos en el campo.
Sin embargo, la realidad es que el conjunto de los
agricultores, especialmente los productores más pequeños están sufriendo el
empobrecimiento, la precariedad y las dificultades económicas que también asfixian
a los sectores obreros. Todas estas penurias e injusticias son el resultado de
las políticas que aplican las instituciones de la Unión Europea claramente al servicio
de los intereses de las burguesías nacionales respectivas. La lucha contra el
sistema capitalista requiere la unidad y conjunción de las clases trabajadoras,
del proletariado y de los campesinos.
Como estamos comentando las movilizaciones de los
agricultores responden a las políticas liberales que se dictan desde Bruselas que
los gobiernos nacionales aplican con una fidelidad tal como si estuvieran
grabadas en piedra. Estas políticas sirven a los intereses de los capitalistas dueños
de las industrias, a los monopolios y corporaciones que controlan las semillas,
los abonos, los fertilizantes, las maquinarias, el dinero, y en general las
materias que necesitan los agricultores para producir. La UE viene a ser la
representante en Europa de los grandes capitalistas y monopolios que saquean y
extraen las riquezas y el sudor de campesinos y proletarios.
Muchas de las grandes empresas producen y traen las materias
primas a los países europeos procedentes de terceros países en donde los controles
fitosanitarios y de otras características son muy inferiores a los que se
realizan en los países europeos. Por tanto, la condena a Marruecos u otros
países pobres oculta la falsedad de que quien produce allí y se aprovecha de
los bajos costes de la producción son grandes compañías españolas, Mercadona y
otras.
Los problemas que sufren los agricultores están directamente
ligados a los que sufre el conjunto de la población trabajadora. El
empobrecimiento generalizado de esta como consecuencia de las subidas de los
precios de los alimentos procede de la manipulación de las grandes compañías
distribuidoras y de las grandes superficies, que pagan precios ridículos e
irrisorios a los agricultores mientras que ellas encarecen los precios hasta
obtener obscenos beneficios. De este modo sus ganancias aumentan año tras año,
mientras que los campesinos se precarizan, abandonan sus tierras y la clase obrera
se empobrece a marchas forzadas.
Los sectores políticos y los medios de comunicación de la
derecha instrumentalizan estas situaciones de manera muy provechosa para sus
intereses políticos y sociales, culpando a los ecologistas y a terceros países
de muchos de los problemas que sufre el campesinado.
La derecha y la socialdemocracia permanecen en silencio y no denuncian que la Unión
Europea está destinando miles de millones de euros a armar al ejercito nazi
ucraniano para pelear contra Rusia, y a su vez, colaborando con el ente
sionista que masacra a la población palestina. El mundo occidental civilizado y
democrático se implica en las matanzas humanas, pero se olvida de las
necesidades de sus poblaciones trabajadoras.
Este estado de cosas pone de manifiesto que dentro de los
límites del capitalismo las poblaciones trabajadoras tendrán que soportar
continuamente problemas económicos de paro y precariedad. Los agricultores no
serán dueños de sus producciones para lograr un bienestar ni se alcanzará la
soberanía alimentaria para el conjunto de las poblaciones trabajadoras hasta
que no seamos capaces de acabar con las estructuras capitalistas, con los
límites que impone este sistema al justo desarrollo humano.
Las contradicciones entre el desarrollo de las fuerzas productivas y la propiedad privada de los medios de producción seguirán dando lugar a problemas de todo tipo, impidiendo que los seres humanos avancemos a un estado de mayor satisfacción personal y colectiva. Por eso es hora de la unidad y organización para acabar con un sistema criminal que destroza vidas humanas, fuerzas productivas y nos enreda en el círculo del engaño y la mentira. Valga como ejemplo lo que indica Fonsi Loaiza en X, el aceite dde oliva se ha encarecido en un 115 % en los últimos años en España. El fondo buitre BEKA FINANCE se hace de oro con el negocio del aceite. El presidente de honor de este fondo es MIGUEL ARIAS CAÑETE, ministro de agricultura con el PP en tiempos de Aznar
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